15.5.09

Torca Juanín

Expedición fotográfica a La Torca Juanin. CAM.
Puente de Mayo de 2.009



Llevábamos un tiempo ya aguardando en el Club el momento propicio para acometer este descenso a las profundidades. Meses atrás Mon nos contagió sus ganas de volver a esta sima enclavada en el corazón de Picos, y desde entonces hemos venido realizando diversas actividades de espeleología con el objeto de prepararnos adecuadamente.



La torca Juanín, aunque figura en la publicación "Grandes Cuevas y Simas de España", no posee un tamaño desmesurado en su parte explorada y tan solo baja hasta los -333 metros. Sin embargo en su modesto desarrollo, y a escasos 200 metros de profundidad, esconde un goloso caramelo que la convierte en una cavidad única, La Sala Azul.




A pesar de sus dimensiones no es una cueva fácil y como diría nuestro buen amigo Carlos, bajar casi 200 metros -no "te" es ninguna broma-. Hasta en dos ocasiones anteriores había participado Mon en expediciones a la Torca, sin poder alcanzar la Sala Azul, algo que no es infrecuente, incluso resulta mas que probable llegar al término de la cavidad sin localizarla siquiera.





El Objetivo

La intención de Mon de volver a Juanin, alcanzar la Sala Azul y tomar una serie de fotografías de la misma empleando soporte fotográfico un tanto exótico hoy en día, negativo y diapositiva, se nos presento como un atractivo reto. A la dificultad propia de mover y transportar todo el material necesario para realizar la instalación de cuerda fija, se suma la de trasladar de manera segura todo el equipo fotográfico, muy frágil y voluminoso.





Básicamente este fue el equipo empleado en lo que a fotografía se refiere:

- Cuatro cámaras analógicas, dos réflex, y dos compactas, de éstas una tipo nikonos sumergible, con sus correspondientes carretes de película y carretes de repuesto.
- Una cámara réflex digital.
- Dos cámaras digitales compactas auxiliares.
- Cinco unidades de flash, uno de ellos de antorcha
- Un trípode y material accesorio como baterías, fotocélulas, paños de limpieza, fundas, etc.






El Equipo Humano

De los posibles participantes, el grupo finalmente quedo reducido a tan solo cuatro individuos, Mon, Celso, Moncho y Yo mismo. La espeleología es trabajo conjunto, todos nos ayudamos, y en actividades de este tipo resulta imprescindible una cuidadosa planificación. Equipar adecuadamente una Sima necesita mucho material, spits, chapas, mosquetones, metros y mas metros de cuerda, y es exactamente la misma cantidad para el descenso de uno solo que para el descenso de muchos, por lo que si el grupo es amplio las tareas pueden repartirse entre mas personas.




Nos organizamos en dos grupos, Moncho y Mon moviendo equipo fotográfico y material de reserva, Celso y yo instalando, bueno mas Celso que yo, y es justo decir algo al respecto. Me inicié en la espeleología en el Club con Nacho, Currás, Bernar y Celso. En el caso de Celso, aparte de tener mas experiencia que Yo como espeleólogo, es cuidadoso en extremo con la seguridad, posee una buena técnica para equipar y progresar, y dispone de una energía física considerable. Gracias a su desempeño en la Torca logramos completar en una única jornada la actividad que de otro modo nos hubiese supuesto al menos dos o incluso tres jornadas.





La Cavidad

Una vez dentro, y tras alcanzar el fondo de la Sima principal después de superar numerosos fraccionamientos, aquellos que solo desean llegar a La Sala Azul se despojan de su equipo de progresión y todo el material accesorio antes de introducirse por el paso estrecho. De ese modo resulta menos difícil retorcerse y arrastrarse a través de esa angosta gatera. Si dejamos a un lado el hecho de que subjetivamente un obstáculo parece menos difícil una vez superado, hay que admitir que este paso resulta bastante complicado, tanto por su estrechez como por su trazado retorcido y su longitud. Y si tenemos en cuenta que nosotros además tuvimos que arrastrar cuidadosamente tres sacas con delicado equipo fotográfico por un lugar por el que en ocasiones a duras penas pasaba el casco, estos casi 60 metros de "ratonera" se convierten en una experiencia realmente horrible. Por eso no quiero imaginarme moviendo por aquí el material de instalación que se necesitaría para completar el recorrido de la cueva o continuar su exploración.








La Sala Azul

Bueno, lo logramos. Llegamos hasta aquí y tomamos un buen montón de fotografías. Apenas un momento si lo pienso, ya que podríamos haber permanecido allí varios días sin dejar reposar las cámaras. La Sala Azul recibe su nombre debido al color que tiñe con una intensidad rabiosa algunas de sus formaciones. Aunque lo verdaderamente hermoso es algo que va mas allá de ese extraño color Azul característico. La magia de este lugar único reside en los contrastes de colores completamente diferentes que se entrelazan unos con otros pero sin llegar a mezclarse. Del Negro Azabache se salta al Blanco Azúcar. Del Beige Crema al Ocre mas intenso, pasando por todas la gamas de Marrón. Entretanto las formaciones adoptan formas tan caprichosas y extrañas que mas bien semejan algo vivo y monstruoso, como salido de las peores pesadillas de H.P. Lovecraft. Y en medio de todo esto, sin ningún orden aparente, por aquí y por allí una explosión de Azul Eléctrico que tranquiliza la mirada. Yo pensaba que el Aguamarina, con sus transparentes matices verdeazulados, era la gema mas bonita nacida nunca en el seno de la tierra, pero eso era antes...








Epílogo

Desde que entró el primero, a la 3:45 de la madrugada del Sábado 2 de Mayo, hasta la salida del último de nosotros en la soleada tarde de ese mismo Sábado desarrollamos unas 15 horas de actividad ininterrumpida, y como suele ocurrir, ascender el último tramo de cuerda, cuando ya casi tocas el final, es el que resulta mas duro. Mas de 325 metros de cuerda instalada, incontables chapas y mosquetones, mas el material de reserva. Al final unas 425 fotografías tomadas entre todas las cámaras, a eso se reduce todo. Una vez fuera, y antes de abandonarse al cansancio, se hace preciso ordenar y recoger todo el material utilizado. Nos alojamos en Oceño, en Casa La Quintana, un lugar muy recomendable, y es que los huesos agradecen de veras una buena ducha caliente después de todo esto. El Domingo Celso y Mon partieron pronto para casa, nosotros en cambio nos acercamos sin prisa a Pandébano para caminar hacia el refugio del Naranjo, desentumecer las articulaciones doloridas y de paso curar los moratones.









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