23.4.09

Alto Atlas Marroquí. Tierra de contrastes

Alto Atlas Marroquí. Tierra de contrastes


Lo fantástico de viajar es la posibilidad de deshacer todas aquellas ideas preconcebidas sobre los lugares y sus gentes. Paisajes y seres que fabricas en tu mente, fruto de una información truncada e inexacta son completados inconscientemente a base de tópicos que dan cabida al mito, a los miedos y anhelos. Lo fantástico de las montañas es que a los ojos de los profanos todas son iguales mientras que para el buen montañero todas son distintas. Lo fantástico de Marruecos han sido los contrastes.

Hemos pasado del ocre sin vida de la planicie al verde más intenso que pinta los valles gracias a la bendita agua que fluye desde las nieves del Atlas. Hemos acariciado la roca y escalado el hielo. Empacho de lo mineral, de lo vegetal y de lo espiritual. Hemos completado nuestra idea de unas montañas espectaculares y de sus increíbles gentes adentrándonos sin miedo en el corazón de los cuatromiles del norte de África y hemos vivido en directo el encanto de la ciudad roja. Aquella en la que se mezcla lo viejo y lo nuevo, los carros de caballos, las mobilettes y los mercedes. Los burkas y los tanguitas. La ciudad donde puedes regatear para llevarte a casa una fantástica alfombra voladora.

Marrakech nos vio pasar como un suspiro. Tira y afloja en el aeropuerto para negociar un transporte hasta el Chamonix marroquí. Señores, aquí todo es negociable y más te vale ser un tío duro… De repente te encuentras en un Mercedes “Titanic” esquivando icebergs rumbo Imlil. Y dicen que la montaña es peligrosa… me parto la caja.

Después de una paradita en Asni para comprar fruta llegamos a Imlil donde los “acompagnateurs de montagne” te asaltan nada más bajar del taxi para gestionarte, por una pequeña comisión, todo aquello que necesites. Desde comprar pan hasta alquilar mulas o pasar la noche en su casa decorada al auténtico estilo bereber.

Nosotros no íbamos a ser menos y enseguida nos dejamos guiar hasta una “gite” donde nos zampamos una tortilla francesa y una ensalada además de tomar nuestra primera dosis de te a la menta. Nuestro nuevo representante enseguida se encarga de conseguirnos una mula para transportar las supermochilas hasta el refugio.

Primero pista, luego sendero. La mula cabizbaja solamente acelera el paso cuando el sucesor del “tío de la vara” le arrea un latigazo con un cacho de tubo. Aremd y luego la roca sagrada, Sidi Chamarouch, por el camino chiringuitos con Pringles y botellas de Fanta tamaño anuncio. Tras unas horas de pateo aparece la nieve y como nuestro sufrido animal no dispone de crampones es necesario portear las mochilas hasta el refugio durante unos cientos de metros. El joven arriero junto con otro amigo de su misma edad (o menos) se han ofrecido a portear las mochilas por una módica cantidad y aunque la imagen de estos dos muchachos con semejante artilugio a la espalda recuerda a la del galo Obelix, cumplen como dos auténticos campeones.

Nos quedamos en el refugio nuevo. Bienvenus a la Mouflon. Este será nuestro cuartel general durante los próximos cuatro o cinco días. Para cenar sopa hiperespeciada y cuscus. El plan para mañana es ascender el Ras Ouanokrim por el corredor Noreste y desde allí hacer cumbre también en el Timesguida.


Siete de la mañana, desayuno y salimos como flechas para darnos cuenta enseguida que pasa algo extraño. Cada latido del corazón hace retemblar toda la caja torácica y el aire parece no llegar a los pulmones. Tranqui chaval que estamos a “tresmilipico” y aquí ya deberías saber que tienes que subir como un viejo para llegar arriba como un joven. A partir de 3800 un leve dolor de cabeza que no va a evitar que alcancemos nuestros objetivos del día.

Descenso por la ruta normal y a hidratarse a base de te en el refugio. El proyecto para mañana es algo más ambicioso. Encargamos el desayuno para las cinco de la mañana y nos tomamos la misma sopa del día anterior y el tajine.

Son las cinco y pico y ya se ve perfectamente. Ascendemos por el valle hasta divisar a nuestra izquierda el corredor que nos llevará a la arista de la Tete de Ounanoums. Primer repecho para superar la pala que da acceso al corredor. Parada para ponernos el arnés y colgarnos los hierros. A escasos metros nos encontramos la mayor dificultad del corredor. Un pequeño tramo de hielo que se deja hacer sin cuerda pero con cuidadín. Luego el corredor mantiene una inclinación de entre 40 y 55 grados hasta la parte superior donde tomamos la salida más evidente y menos adecuada. Desde la brecha cambiamos a la vertiente este y seguimos por unas terrazas hasta que una canal-chimenea nos corta el paso. Sacamos el croquis y caemos en la cuenta de que nos hemos equivocado en la salida. Tenemos que hacer un pequeño rapel. Deshacemos lo andado y descendemos una veintena de metros por el corredor para salir hacia la izquierda por una zona con menos nieve que nos lleva a otra brecha encima de la anterior y en la que es necesario escalar un pequeño muro de roca. Cuerda para la fácil escalada que nos deja en una zona ámplia y fácil desde la que se llega caminando hasta la Tete. Desde aquí debemos descender unos metros para luego crestear sobre el filo un pequeño tramo. Ante nosotros el Toubkal oeste se muestra grandote. En su inclinada ladera la nieve es poco sólida y nos encaramamos sobre el filo de la cresta para continuar hasta la cima trepando por una roca algo descompuesta. Desde el Toubkal oeste divisamos la gran mole del Toubkal con su característico armatoste metálico en la cumbre. Decenas de senderos tatuados en su ladera. Varios grupos suben y bajan. La ruta normal se muestra poco atractiva pero es necesario completar el curriculum. Descendemos al amplio collado y comenzamos la penosa ascensión de los últimos cientos de metros. Algunos nos miran con extrañeza al vernos con casco y hierros. Otros nos preguntan de donde venimos. Nos paramos con casi todo el mundo. Viene bien para tomar aliento. Dolor de cabeza. Cumbre. Pochosalto. Descenso a toda pastilla. El dolor de cabeza debería remitir pero no lo hace. En el refugio una aspirina parece ayudar un poco. La sopa es cada vez más espesa y concentrada. El ciclo infinito del cuscus-tajine-cuscus-tajine continúa.

Desayuno a las seis. Enfilamos la interminable canal que lleva a los Clochetons. Es como una cinta de correr. Mejor no mirar hacia arriba. Alguien ha debido golpearme con un bate de béisbol en la cabeza mientras dormía. Por fin el collado tras varias horas de monótona canal. El Clochetón Sur no presenta demasiadas dificultades aunque el estado de la nieve nos anima a poner la cuerda para superar una pequeña travesía descendente por la vertiente oeste. Volvemos a la vertiente del refugio e intentamos adivinar por donde se sube a la aguja central. Nos recuerda al tercer castillín. Flanqueamos unos metros y vemos una chimenea. La reseña habla de una chimenea para acceder a la cumbre así que montamos una reunión y el Joe lo intenta poco convencido. Esto no puede ser un II+. Desplona. Dudas. Desciende. Vistazo a la reseña. Retrocedemos y lo intentamos por la cresta.

-Sin cuerda voy bien.

-Mejor ponerla por si se complica más arriba.

-¡Que no, que se ve fácil!

-Ya, pero si se pone más chungo…

-Vale.

Encontramos una repisa justo al pie de la chimenea que parte la cumbre en dos. Hay un clavo. El Joe monta una buena reunión. Subo por la rampa de unos 5 metros de nieve y roca encajada entre las paredes de la chimenea. Hay una fisura hacia la otra vertiente que me parece muy dura con crampones. Subir en oposición la chimenea parece más sencillo. Subo unos 3 metros pero quedan todavía 3 ó 4. No hay ningún seguro desde la reunión. La caída es muy fea. No hay posibilidades de aseguramiento. Araño la roca pero desisto. El Joe quiere intentarlo. Se destroza las manos en la fisura y cae un par de veces sobre la plataforma. Decide intentarlo por la chimenea. Sube hasta donde yo lo había hecho. Duda un minuto pero luego se alza un paso más. Ya no hay vuelta atrás. Toca salir por arriba. Cambia de posición. Encuentra un agarre para las manos. Cada vez está más en la vertical. Lo tengo a unos 8 metros sobre mi cabeza ¡y sin ningún seguro intermedio!

-¿Hacia que lado salgo?

-Creo que la cumbre principal es la de la derecha pero sal hacia donde puedas

-¿Y si no hay instalación para rapelar?

-¡Tu tira!, tiene que haber algo… pero sal de ahí que me estoy poniendo malo sólo de verte.

-Voy hacia la izquierda…no, mejor salgo por la derecha

Se encarama a la derecha en una postura poco glamurosa y consigue malmeter un friend. Respira.

-Estoy arriba.

-Qué huevos los tuyos machiño. Ok. Lo voy a intentar yo. Monta una reunión.

-Ok, aquí ahí dos clavos.

Decidimos dejar las mochilas y bajar por el mismo sitio en vez de continuar hacia la aguja norte. Subo asegurado desde arriba.

La plataforma del clochetón central nos recompensa con una vista espectacular. Para pasar al otro lado de la chimenea hay que pegar un salto y más te vale aterrizar bien. Pasamos, con crampones no mola.

Ahora toca rapelar de una cinta descolorida que rodea un montón de rocas sueltas. Alguna debe estar agarrada pero da la sensación de que estas rapelando de un hito. Reforzamos con un cordino flojo y rapela uno para comprobar la fiabilidad del vetusto cintajo. Aguanta. Retiro el cordino de refuerzo y abajo. Decidimos retirarnos y dejar el Clochetón Norte para otra ocasión. Por hoy han sido suficientes emociones. Desandamos la cresta. En el collado nos quitamos el material y descendemos los 700 metros de desnivel de la canal a toda pastilla. En menos de media hora estamos en el refugio. Increíble lo de hoy. La reseña nos ha jugado una mala pasada porque la dificultad de la chimenea es cualquier cosa menos II+. La sopa es hoy un poquito más densa y concentrada. Cada día me apetece menos.

7 de la mañana. Repetimos el menú del desayuno y nos vamos a por el Akioud. Nada más salir del refugio se ve un pequeño corredor en la pared de la derecha, al suroeste. Enfilamos el fácil corredor bajo la mirada de todos los que, como hormiguitas, suben por el Ikhibi Sur hacia el Toubkal. En la parte superior flanqueando por palas de nieve nos introducimos en el valle que nos llevará al collado entre el Akioud y los Afella. Es un poco tarde. Se ven varias pequeñas avalanchas en la ladera por la que avanzamos. De vez en cuando se desprende un buen trozo del hielo que cuelga de los contrafuertes del Afella. El corazón ya no hace retemblar la caja torácica pero sigue siendo imperativo hacer muchas paradas para recuperar el aliento. El dolor de cabeza ha desaparecido por fin. Desde el collado hay que bordear el hombro norte hacia la otra vertiente. Es una pala bastante inclinada, con nieve dura, poco apta para la autodetención, pero se intuye una antigua huella. Las vistas desde el pico son espectaculares. Comemos algo y nos relajamos un poco en la cumbre. Esto se acaba. Descendemos con mucho cuidado la pala y enfilamos el valle de subida hasta meternos en una especie de desfiladero sobre el que caen como cortinas preciosas cascadas de hielo. En menos de una hora estamos en el refugio. Negociamos con el Abderrahim el precio de la estancia, los porteadores y mulas para el descenso. Colegueo máximo y buen descuento. Nos envía a casa de su patrón. “Bonita casa, buena comida, ducha caliente” dice. Sobre las dos y media salimos hacia Imlil. De camino paramos a comer algo. Parece que al descender vamos recupernado el apetito.

En Imlil nos recibe Ider que nos muestra la casa y nos indica los precios. Es algo caro pero nos lo merecemos. Nos acomodamos y luego nos vamos a tomar el te. A la hora de la cena llega el patrón: Mohammed.

Mohammed será quien nos lleve hasta Marraketch en su propio coche. Es un guía que ya no ejerce y al que se le ve bastante acomodado. Tiene incluso chofer y varios negocios en Marraketch. Le decimos que nos han hablado del Hotel Alí pero el dice que conoce uno mejor. Nos lleva pero la habitación que nos enseñan está en obras y no nos convence. Vamos al Hotel Alí pero está lleno. Finalmente terminamos en el Riad Hamza. Bonito hotel algo escondido en las callejuelas próximas a la plaza Jamaa El Fna.

El resto del día lo dedicamos a visitar el parque de bomberos –deformación profesional- y el zoco, ese lugar alucinante donde los vendedores agudizan el ingenio para venderte lámparas, pulseras, alfombras, especias o ungüentos de la medicina tradicional árabe.

La visita es obligada y el ambiente increíble. Al anochecer toca cenar en uno de los puestos de la plaza donde se agolpan multitud de turistas acosados por los feriantes capaces de adivinar la nacionalidad de sus “víctimas” a cien metros de distancia:

“Español, Rafa Nadal, Zara, Arguiñano… comer brocheta buena, berenjena buena, cuscus bueno…”

Texto y fotos: Ángel Barrio

1 comentario:

Pocholo dijo...

Hola, chicos
Ya me avisó ocarlitos que tenías publicada esta actividad en vuestro blog.
Vaya viaje-ruta que os habeis pegado. Qué envidia sana me habéis dado. Y, además, un Pocho-Salto en esas tierras tan lejanas... Os ha quedado de muerte.
Me alegra ver que no soy el único pirado...

Saludos a todos